historia de la hermandad

Aunque según informaba la prensa conquense de los años, los primeros intentos de organizar en Cuenca la procesión del Domingo de Ramos datan de los años finales de la penúltima de las reconstrucciones que ha tenido nuestra Semana Santa, la que se produjo durante la dictadura del general Primo de Rivera, los esfuerzos de los llamados niños cordijeros, que dependían de la Juventud Franciscana, no alcanzaron el éxito deseado. Por ello, habría que esperar todavía muchos años hasta que, después ya de la restauración de la Semana Santa que se produjo acabada la Guerra Civil, y como una de sus últimas consecuencias, se vio realizado por fin el deseo de muchos nazarenos conquenses de poder empezar a celebrar en la calle la Semana Santa desde el principio.Para entonces, ya habían pasado los años más gloriosos de la restauración. La década de los años cuarenta se había convertido en un periodo de lucha con el fin de recuperar, en un tiempo verdaderamente corto, teniendo en cuenta sobre todo las circunstancias económicas, los pasos que durante la guerra se habían perdido.

Sin embargo, y a pesar de esa crisis, en todo caso leve, la Semana Santa de Cuenca seguía creciendo. En 1951, no sin cierto sabor polémico, se creaba la procesión del Martes Santo, y en esa época también se va a intentar impulsar con fuerza sendos desfiles para los dos domingos de la semana. Así, en ese mismo año la Junta de Cofradías y la Cámara de Comercio se reunían para fundar una nueva hermandad que corriera a cargo con la procesión del Domingo de Resurrección, y aunque ésta no pudo ser creada todavía, el desfile pudo salir por primera vez ya al año siguiente. La historia de esta procesión marchó desde entonces paralela a la del Domingo de Ramos, con los mismos avatares difíciles e inseguros, hasta que definitivamente se asentaron ambas con la creación de las respectivas hermandades, veinte años más tarde.

           

Por lo que respecta a nuestra hermandad, y principalmente a nuestra procesión, los primeros datos están fechados en 1949, año en el que la Junta de Cofradías por su cuenta, sin la presencia aún de ninguna hermandad oficialmente constituida que la respaldara, encargó al escultor conquense Luis Marco Pérez un paso que representara el momento en que Jesús entraba triunfalmente en la capital de los israelitas.

Después, una vez realizado el paso, inició las conversaciones con distintas instituciones conquenses para animarles a que fundaran la hermandad. En este contexto, en 1951 desestimó el proyecto el Frente de Juventudes, aunque al año siguiente fue la hermandad de la Virgen de la Luz la que aceptó la responsabilidad de organizar el desfile. Por este motivo, ese año la procesión partió de la catedral, terminando en la iglesia de San Antón, que todavía no había alcanzado la categoría de parroquia. Es también por este motivo por lo que esta hermandad, no penitencial, sigue perteneciendo sin embargo a la Junta de Cofradías.


A partir de la aceptación de la hermandad de la Virgen de la luz, parecía que el desfile procesional del Domingo de Ramos iba estabilizándose. A ello contribuyó también la hermandad de San Juan Evangelista que, queriendo colaborar con éste, encargó a otro escultor conquense, Leonardo Martínez Bueno, una talla de la Virgen bajo la advocación del Amparo (la misma que ahora desfila el Domingo de Resurrección), imagen que empezó a participar en la Semana Santa el Domingo de Ramos de 1953. Y al año siguiente fue esta misma hermandad, una de las más antiguas de Cuenca, la que decidió organizar por sí misma todo el desfile, después de que sus anteriores organizadores hubieran dejado de hacerlo por diferentes problemas de carácter interno. Si la organización del desfile por parte de la hermandad de la Virgen de la Luz, como ya se ha dicho, es la causante de la presencia de ésta en la Junta de Cofradías, la organización posterior de los desfiles por parte de la de San Juan Evangelista disculpa la participación actual en el desfile de un representante de San Juan, portando la misma palma que el Viernes Santo, ya bendecida por el obispo, va a llevar la propia imagen del apóstol.  

Nuevos problemas, que tenían que ver esta vez con el itinerario de la procesión, hicieron que la hermandad de San Juan desistiera en la organización del desfile; el año anterior se había producido un cambio en el ritual litúrgico que había afectado también a ese itinerario. Por ello, aquel año ya no participó en el desfile, que fue organizado directamente por la propia Junta de Cofradías, la talla de la Virgen del Amparo, que seguía siendo propiedad de la hermandad de San Juan. Sin embargo, nuevas gestiones volverían a hacerse a partir de este momento, con el fin de asentar definitivamente el desfile procesional, que en 1959 empieza a correr a cargo de la Cruzada Eucarística.



La tranquilidad definitiva no llegaría hasta el 23 de enero de 1973, cuando se creó por fin la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Entrando en Jerusalén. Se acordó entonces que ésta fuera la tutora de la talla, y encargada tanto de su culto como de la propia procesión, aunque la Cruzada Eucarística seguiría participando en él con su sección infantil. Para comprender mejor este nuevo impulso de la hermandad y de la procesión, hay que tener en cuenta que pocos años antes, entre 1962 y 1965, promovido en un principio por el papa Juan XXIII y terminado por su sucesor, Pablo VI, se había desarrollado en Roma el concilio Vaticano II, que intentaba una regeneración total del cristianismo, y que en este concilio se daba mayor importancia a los misterios gloriosos que a los dolorosos. La pasión de Cristo, para el Vaticano II, era en realidad la forma de alcanzar la redención de los hombres, la manera de entrar en la gloria. Hay que tener en cuenta además que según la constitución dogmática Lumen Gentium, promovida por el propio Concilio, la Iglesia de Cristo era comparada con la nueva Jerusalén y con la Jerusalén del cielo, y que según la Sacrosanctum Concilium, sobre la liturgia, la liturgia terrena participa de la que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén.


A partir de este momento, la hermandad, y con ella el propio desfile, se fue poco a poco asentando dentro de la Semana Santa de Cuenca. A ello contribuyó el hecho de que en 1990, Eduardo Ladrón de Guevara donó a la cofradía una talla que él mismo había esculpido algunos años antes, y que desde entonces había permanecido casi olvidada en la iglesia parroquial de su pueblo, Priego. La talla fue incorporada a la hermandad bajo la advocación de la Esperanza, y por ello el nombre de ésta se transformó. Su actual título es el de Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Entrando en Jerusalén y Nuestra Señora de la Esperanza.

Julián Recuenco Pérez